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Camino de Santiago

El Camino de Santiago es una ruta recorrida por los peregrinos procedentes de todo el mundo que lleva a Santiago de Compostela, ciudad gallega en la que se veneran las reliquias del apóstol Santiago el Mayor. El Camino de Santiago, en concreto el llamado Camino Francés, fue declarado en 1987 por el Consejo de Europa Itinerario Cultural Europeo y recibe el título honorífico de Calle Mayor de Europa. La UNESCO, por su parte, catalogó a esta ruta como Patrimonio de la Humanidad el año 1993.

El Camino de Santiago pasa al pie del castillo-palacio de Tiebas y discurre a lo largo del municipio. La villa de Tiebas cuenta en la actualidad con un moderno albergue de peregrinos,  inaugurado el año 2010,  que se encuentra a escasos metros del castillo.

El Camino de Santiago es conocido en el entorno con la expresión en euskera “Erromes camioa”, es decir, Camino de romeros. Entraba en término municipal de Tiebas por el término de Arrizabalaga, donde en tiempos existió un crucero. Seguidamente llegaba al pueblo de Gorriz-Luzea, con su iglesia de San Martín, hoy totalmente desaparecido excepto en la toponimia. Seguía hacia el castillo tras pasar por el las cercanías de la ermita de San Jorge para llegar a la ermita de Santa Catalina, antigua capilla del castillo-palacio. Luego seguía por el pueblo hacia la parroquia de Santa Eufemia. A partir de allí el camino salía del pueblo y descendía hasta enlazar con el Camino de Pamplona a Tudela, uniéndose ambos hasta que se dividían cerca del alto del Carrascal, tomando el de Santiago la ruta de Valdizarbe que le llevaría a Puente la Reina, punto de unión del “Camino francés” con el “Camino aragonés”.

El tramo del Camino de Santiago que pasa junto al castillo-palacio de Tiebas es la continuación de la Vía Tolosana que procede de Toulouse. Esta ruta entra en la Península Ibérica por el paso pirenaico de Somport, en Huesca, para continuar hasta Jaca. Desde allí se dirige a Navarra, pasa por Sangüesa, después cruza Monreal y acaba en Puente la Reina. Desde allí, el Camino se hace uno hasta llegar a la meta final en Santiago de Compostela.

El origen del culto a Santiago en Galicia es desconocido. Todo arranca con el descubrimiento en el bosque Libredón (en terrenos de la actual ciudad de Santiago) Los orígenes del culto a Santiago en Galicia permanecen en la oscuridad de los tiempos. A finales del siglo VIII se difunde en el noroeste de la Península Ibérica la leyenda de que Santiago el Mayor había sido enterrado en estas tierras, tras evangelizarlas. Así ocho siglos después de la muerte del Apóstol Santiago, en el año 813, un ermitaño llamado Pelayo o Paio vio una estrella posada en el bosque Libredón. Se lo comunicó al obispo Teodomiro, obispo de Iria Flavia, (cerca de Padrón).[cita requerida] Fueron allí y descubrieron en la espesura la antigua capilla, donde existe un cementerio de la época romana. El descubrimiento del sepulcro coincide con la llegada al reino astur de mozárabes huidos de las zonas dominadas por los musulmanes, buscando poder practicar sus creencias religiosas.

Es generalizada la creencia entre algunos estudiosos de que Prisciliano fue enterrado en estos lugares cuando trajeron su cuerpo desde Tréveris (Alemania). Otros proponen que fue enterrado cerca de Astorga (León).4 Según los primeros, el sepulcro de Santiago puede ser la tumba de Prisciliano;5 aunque las fechas en las que vivieron uno y otro no coinciden.

El Codex Calixtinus promociona la Peregrinación a Santiago.

Alfonso II el Casto, Rey de Asturias, viajó con su corte al lugar, convirtiéndose así en el primer peregrino de la Historia. Mandó edificar una pequeña iglesia.

 

Inicio de la peregrinación

Aproximadamente a partir de 921 con el hallazgo de las reliquias del apóstol y con el beneplácito de Carlomagno, que quería defender sus fronteras de invasiones árabes, Compostela se convertirá progresivamente en un centro de peregrinaje que recibirá su impulso definitivo durante la primera mitad del siglo XI. Muy pronto, la noticia se extiende por toda la Europa cristiana y los peregrinos comienzan a llegar al lugar del sepulcro, el denominado Campus Stellae, que degenerará en el término Compostela.

Para entender las peregrinaciones medievales a Santiago de Compostela, debemos partir de la tradición que habla de la labor evangelizadora de Santiago en tierras de la Hispania romana.

Se sabe que tras la muerte de Cristo, Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo, continúa inicialmente su labor apostólica en Jerusalén.

Posteriormente, pudo embarcar hasta alcanzar algún puerto de Andalucía en cualquier carguero que comunicaba comercialmente Hispania (que aportaba metales y otras materias primas) con Palestina (de la que se recibían mármol, especias y objetos elaborados)

Su misión evangelizadora comenzaría en el sur de Hispania para posteriormente desplazarse al norte por tierras portuguesas (Coimbra, Braga, etc.) llegando hasta Iria Flavia, ya en Galicia.

Posteriormente se dirigiría hacia el este de la península (Lugo, Astorga, Zaragoza y Valencia) para partir, de nuevo, hacia Palestina, desde la costa mediterránea española.

A su llegada a Palestina y tras incumplir la prohibición de predicar el Cristianismo, fue decapitado en tiempos de Herodes Agripa. Según la tradición, su cadáver fue robado por los discípulos Atanasio y Teodoro y llevado en barco de nuevo a tierras españolas, en concreto a Iria Flavia (cerca de la actual Padrón).

La tradición prosigue con el azaroso viaje del cuerpo de Santiago, que es transportado en carro hasta el bosque de Libredón, lugar en que los bueyes se negaron a continuar. Este hecho debió ser tomado como una señal divina y fue elegido como lugar de enterramiento.

Para entender el largo viaje emprendido por sus discípulos desde Palestina a las costas gallegas para dar sepultura al cuerpo de su maestro, tenemos las afirmaciones de San Jerónimo que ratifica que fue establecido, al disponerse la salida de los Apóstoles hacia todos los rumbos de la tierra, que al morir:

Cada uno descansaría en la provincia dónde había predicado el Evangelio»

Posteriormente, en el Breviario de los Apóstoles, de finales del siglo VI, se habla de la predicación de Santiago en España y de su enterramiento en el Arca Marmárica.

La tradición oral se encarga de difundir el portento y en la segunda mitad del siglo VII, Beda el Venerable describe con meticulosa precisión la localización exacta del cuerpo del Apóstol en Galicia.

Aunque la invasión árabe y los tumultuosos cambios políticos, sociales y religiosos que acarrearon en el país, silencian durante un tiempo la incipiente tradición jacobea en España, pronto resurge, a finales del siglo VIII de la pluma del célebre Beato de Liébana que escribe:

¡Oh Apóstol, dignísimo y santísimo
cabeza refulgente y dorada de España
defensor poderoso y Patrono nuestro
.

 

Descubrimiento del sepulcro en tiempos de Alfonso II el Casto, de Oviedo

Tras la batalla de Covadonga, se asienta en Asturias un pequeño reino que intenta recuperar el ideal unificador de la monarquía hispanovisigoda.

Uno de los principales y decisivos monarcas de este periodo inicial fue Alfonso II El Casto que reinó durante un largo periodo de tiempo (entre el año 791 y el 842). Este gran gobernante estableció la capital en Oviedo, a la que dotó de numerosos edificios públicos y construyó numerosas iglesias (Cámara Santa, San Tirso, San Julián de los Prados…) y palacios, tratando de imitar el antiguo esplendor del Toledo visigodo. Su gran logro fue consolidar la resistencia al poder musulmán de Al-Andalus. Es durante sus reinado cuando se produce el milagroso descubrimiento de la tumba del Apóstol Santiago.

Según cuenta la Concordia de Antealtares, -el primer testimonio escrito de los hechos, datado en 1077- un ermitaño llamado «Pelayo» que vivía en Solovio, en el bosque de Libredón, empezó a observar durante las noches resplandores misteriosos. Inmediatamente informó del hallazgo a Teodomiro, obispo de Iria Flavia que marchó a aquel lugar encontrándose que esa luz revelaba el lugar donde estaba enterrada el Arca Marmárea. En el sepulcro pétreo reposaban tres cuerpos, atribuyéndolos a Santiago el Mayor y sus discípulos Teodoro y Anastasio.

Teodomiro visita la corte ovetense de Alfonso para informarle de tan fenomenal suceso. El monarca organiza un viaje a este lugar rodeado de sus principales nobles, y al llegar al citado «Campo de Estrellas» (Compostela) manda la construcción de una pequeña iglesia de estilo asturiano, que ha sido constatada por las excavaciones arqueológicas. Teodomiro traslada la sede episcopal a este lugar y muere en el año 847 (en las excavaciones arqueológicas ha aparecido su lauda sepulcral)

Desde este momento, queda establecida oficialmente la tumba del apóstol en aquel mágico lugar, cercano al cabo de Finisterre, punto situado en el extremo occidental de Europa. El camino a Finisterre era indicado desde cualquier lugar de Europa por las estrellas de la «Vía Láctea». desde antiguo se creía que allí se acababa el mundo y que el Atlántico era «la tumba del sol». Posiblemente estos hechos geográficos y astronómicos ayudaron a reforzar el magnetismo que desde entonces provocó en millones de almas la ruta jacobea.

Los siglos IX y X representan la consolidación del reino asturleonés en condiciones muy difíciles desde el punto de vista político, religioso y militar.

Por un lado la iglesia ovetense se encuentra enfrentada con la de Toledo, (famosos son los cruces dialécticos entre Beato de Liébana y Elipando de Toledo a cuenta de la herejía adopcionista) para los asturianos la iglesia de Toledo había caído en la tolerancia e incluso complicidad con ciertas creencias del Islam.

Por otro lado, Al-Andalus se había fortalecido políticamente desde la creación del Emirato primero y luego el Califato de Córdoba. Este nuevo poder peninsular quedó reflejado en numerosas incursiones militares durante los siglo IX y X, llegando a su máxima expresión en los tiempos de devastación de Almanzor.

Es por ello por lo que el enorme prestigio que proporciona la presencia de las reliquias de Santiago el Mayor, discípulo preferido de Jesús, fue hábil y rápidamente aprovechado por los monarcas asturianos y leones para consolidar su reino en oposición a Al-Andalus y para darse a conocer al resto de la Cristiandad europea.

Se hace de Santiago el abanderado de los ejércitos cristianos en las contiendas militares y se crea la leyenda de la intervención gloriosa del apóstol en la más que dudosa batalla de Clavijo. Desde entonces, los ejércitos cristianos entran en batalla con el grito:

«Santiago y cierra España»

Existen dos hechos que prueba la importancia del enclave compostelano para la monarquía asturleonesa. Por un lado, en el año 899 Alfonso III, El Magno, consagra una nueva catedral de mayores dimensiones y calidad artística que la levantada por Alfonso II. Un siglo más tarde, en el año 977 Almanzor destruye Santiago -aunque respeta la tumba- a sabiendas que se trataba del centro espiritual del enemigo cristiano.

El apogeo del Camino en tiempos del románico

La orden de Cluny pronto se hace eco del prestigio de Compostela y durante el siglo XI promueve las peregrinaciones a Santiago. A cambio, los reyes cristianos hacen generosas donaciones a sus monasterios.

A lo largo del siglo XI la afluencia de peregrinos se intensifica y comienza la labor organizadora de los reyes para facilitar el tránsito. Se comienzan a construir puentes y hospitales en los enclaves necesarios. Comienza a establecerse una ruta principal con sus respectivas estaciones (Camino Francés).

En el año 1073 se inicia la construcción del tercer templo consecutivo sobre la tumba del apóstol, bajo mandato del obispo Peláez. Será la gran catedral románica que conocemos: un magnífico templo del «románico de peregrinación».

El definitivo espaldarazo que hace del Camino de Santiago la gran ruta de peregrinación de los siglo XII y XIII es la concesión desde Roma de los Años Santos Compostelanos, con la posibilidad de que los peregrinos obtengan la indulgencia plenaria.

La Bula Regis Aeterni concedida por el Papa Alejandro III en 1179, no hace sino confirmar privilegio concedido a Compostela por el papa Calixto II en el año 1120 por lo que serán Años Santos o Años Jubilares todos aquéllos en los que el día 25 de Julio (día de Santiago) coincida en domingo.

Compostela aventaja claramente a la propia Roma en este aspecto. Allí los años jubilares suelen coincidir cada 25 años, en Compostela cada seis.

Las indulgencias de ambos Años Santos son las mismas, es decir, será la indulgencia plenaria o perdón de todo tipo de culpa o pena. Las condiciones para ganar el jubileo son las siguientes:

  • Visitar en Año Santo la Catedral de Compostela donde se guarda la Tumba de Santiago el Mayor.
  • Rezar alguna oración (al menos el Credo, el Padre Nuestro y pedir por las intenciones del Papa). Se recomienda asistir a la Santa Misa
  • Recibir los Sacramentos de la Penitencia y la Comunión, dentro del período comprendido entre los quince días anteriores y posteriores a la visita a Compostela.

En 1139 Aymeric Picaud lleva a Santiago su «Guía del Peregrino» denominado Codex Calixtinus atribuido por los monjes de Cluny al Papa Calixto II, de ahí su nombre. En él se describe el Camino de Santiago y se dan multitud de consejos para recorrerlo, a la vez que describe -de forma muy partidista, eso sí- sus lugares y gentes.

Estamos por tanto, ante la época de esplendor del Camino a Santiago. Miles de peregrinos de toda Europa, dirigen sus pasos hacia el fin del mundo conocido acompañados por su bastón y su calabaza-cantimplora. La vieira o venera conseguida en Compostela acreditará, al regreso, el éxito de la aventura.

 

Declive

A partir de la peste negra que asola Europa en el siglo XIV las peregrinaciones se ven seriamente disminuidas.

Doscientos años después, la aparición del Protestantismo es otro golpe al Camino de Santiago pues el mismo Lutero disuade a sus seguidores de viajar hasta su tumba con palabras como:

«… o sea, que no se sabe si allí yace Santiago o bien un perro o un caballo muerto…»

«… por eso, déjale yacer y no vaya allí…»

El arzobispo de Santiago en el periodo 1587-1602, Don Juan de Sanclemente y Torquemada, ante la amenaza del corsario Francis Drake que había manifestado su intención de destruir la catedral y el relicario del apóstol, ocultó sus restos llevándose el secreto a la tumba.

Éste y otros motivos consiguen que, durante los siguientes dos siglos, las peregrinaciones a Compostela entran en una atonía tal que según cuentan las crónicas, el 25 de julio de 1867 tan solo habían acudido a Compostela unas pocas decenas de peregrinos.

 

Resurgir

El arzobispo Payá Rico descubre los restos del apóstol en 1879 y se apresta a la aprobación de la autenticidad de las reliquias, que consigue de las autoridades eclesiásticas y científicas españolas de la época y que ratifica el propio Papa León XIII en su Bula Deus Omnipotens.

Sin duda es el último cuarto del siglo XX cuando verdaderamente se produce el resurgir de las peregrinaciones a Santiago. No cabe duda que parte del éxito de los últimos años se debe a razones de promoción turística de la que ha intensamente sido objeto. Pero también es incuestionable que la ruta jacobea se ha ganado su prestigio actual gracias a su valor eminentemente espiritual, justamente en una sociedad progresivamente enferma de materialismo.

Navarra es un enclave fundamental en la historia del Camino de Santiago -uno de los fenómenos religioso-cultural más relevantes de la Edad Media-, aquí se funden en una varias rutas, e inicia su recorrido, por Roncesvalles, el Camino Francés. Fueron importantes además de la mencionada, la rutas de Somport, la de la Barranca, la de Baztán, la de Monleón a Roncal y Lumbier, la de la Ribera, la del Val de Aibar y la de Valdorba. Y se unían en territorio navarro el Camino francés y el Camino aragonés (con el cuarto camino francés, que atravesaba por Somport). El rey navarro Sancho III el Mayor fue quien fijó el trazado definitivo del Camino y quien introdujo la influencia cluniacense y el nuevo arte románico, que se extendió luego por toda la ruta jacobea, y cuyo esplendor se prolongó hasta el siglo XVI.

Lo mismo que Navarra fue importante para el Camino, éste lo fue para con ella. A lo largo del reino navarro se encuentran vestigios de este hito histórico, sobre todo, en los magníficos monumentos que dejó: la Colegiata de Roncesvalles; la iglesia de Eunate; la Catedral de Pamplona; la Iglesia de Torres del Río; el Monasterio de Leire; el Castillo de Javier …

Los peregrinos también dejaron huella a lo largo del Camino, sobre todo en Roncesvalles, donde se construyó la famosa Colegiata-Hospital, de estilo francés -para poder curar a los caminantes sus heridas- y la capilla – enterramiento para peregrinos del Santi Spiritus, S. XII, entre otros edificios. También, fueron capitales para el nacimiento de Puente la Reina. Una vez unificados los dos ramales del Camino que pasaban por Navarra el número de caminantes aumentó haciéndose necesaria la creación de esta población.

A partir del siglo XVI la Ruta Jacobea comenzó a caer en el olvido, y ya en el siglo XX apenas había peregrinos. Pero nuevamente Navarra entra en la historia del Camino de Santiago. Hacia 1960 la Ruta comienza a renacer gracias a las primeras asociaciones de Amigos del Camino de Santiago, primero en París, y luego, en 1962, en Estella, y después por toda Europa. Su labor se vio reconocida con la declaración del Camino en 1987, por el Consejo de Europa, como «Itinerario Cultural Europeo». Desde entonces la Ruta Jacobea ha vuelto a la vida.

El Camino de Santiago Francés es sin duda alguna la ruta jacobea más transitada, tanto más, cuanto más nos aproximamos a la ciudad compostelana, pues casi todas las rutas que recorren España, terminan confluyendo en uno u otro punto con ésta.

La ruta original era la Via Tolosana, la ruta procedente de Francia que cruza la Cordillera Pirenaica por el oscense Puerto de Somport siendo conocida como Camino de Santiago Aragonés o Franco-Aragonés.

Tres de las principales Rutas Jacobeas en Francia, la Via Turonensis, la Via Lemovicensis y la Via Podiensis, confluyen en San Juan de Pie de Puerto, cruzando desde allí los Pirineos por el Puerto de Roncesvalles. Una vez en territorio español, surca el norte de la Península hasta el extremo occidental, recibiendo a lo largo de su recorrido, a los peregrinos que transitan otras rutas jacobeas procedentes de cualquier parte de España.

Esta ruta de extraordinaria riqueza cultural, artística y paisajística se encuentra en la actualidad bien documentada y dotada de señalización e infraestructuras adecuadas.

Esta ruta es la continuación de la Vía Tolosana, que procede de Toulouse y hace su entrada en la Península por el paso pirenaico de Somport, en Huesca. Entra en tierras navarras por Sangüesa y se une en Puente la Reina con la vía procedente de Orreaga/Roncesvalles a través de un paisaje ondulante de campos de cereal, viñas, molinos de viento, bosques de pinos y angostas foces. Un trayecto perfilado por la huella de la historia donde bastiones defensivos, fortalezas, palacios y castillos recuerdan su importancia estratégica en la Edad Media.

Hijo de Zebedeo y Salomé. Era el hermano mayor de Juan el Apóstol. Su maestro Jesús les puso el sobrenombre de «hermanos boanergués» Su nombre en hebreo es Jacob , pero con el tiempo se ha ido deformando (véase explicación). Fue uno de los primeros que recibieron la llamada de Jesucristo, cuando estaba pescando en el lago de Genesaret junto a su hermano. Tuvo un papel especial en el desarrollo del milagro de la hija de Jairo y fue uno de los discípulos más apreciados por Jesucristo, de tal manera que estuvo presente en dos de los momentos más importantes de su ministerio -la Transfiguración en el monte Tabor  y la oración en el Huerto de los Olivos- junto a Simón Pedro y a su hermano Juan.